lunes, 22 de junio de 2009

EL FINAL DE LAS DESDICHAS DE SONIA.

EL FINAL DE LAS DESDICHAS DE SONIA.

Por Lucas Garve. Fundación por la Libertad de Expresión. La Habana.

Con razón hay quienes dicen que los caminos de Dios son inesperados a veces. Nada lineales como las historias de las películas. Sino bien lleno de baches como muchas de las calles de Luyanó, Marianano, Lawton, etc. que hacen necesario doblar a la derecha o a la izquierda, dar marcha atrás.
Eso le ha sucedido a Sonia, la treintañera y divertida habanera de un suburbio al sur del centro de la capital cubana. Para hacerles memoria, en mi crónica “Las desdichas de Sonia”, narré en síntesis sus padecimientos productos de dos hernias de disco en la columna vertebral. Y para los que piensen que “narrar” viene de “narra”, que significa un chino en el argot cubano, sepan que tenía bien un chino detrás, algo equivalente a toda la mala suerte del mundo.
En aquel momento, llevaba tres meses sin trabajar y no resolvía dónde, ni quien podría operarle las dos hernias discares que afectaban su locomoción, además de producirle un dolor intenso e incesante.
Al cabo de los cinco meses, tirada en una cama, con la única esperanza de alcanzar el sofá forrado de vinilo negro de su salita como trayecto más lejano, decidió zanjar por la izquierda, de manera alternativa su situación.
Justamente, una amiga -amiga de otra que tiene una parienta en uno de los mejores hospitales de La Habana- se condolió al constatar en una visita la desdichada situación que atravesaba. Sin trabajar y al borde de agotar el dinerito ahorrado de las propinas de los clientes en su puesto de cajera de una tienda de productos en divisa, la comadre le prometió hacer la gestión que podría solucionar su problema.
Y como las mujeres hacen gala de una diligencia feroz cuando se lo proponen, obtuvo los contactos con un neurocirujano de dicho hospital a quien mostraron todos los test clínicos que a Sonia le habían practicado y, luego de examinarlos, decidió intervenirla quirúrgicamente él mismo. La cuestión era que le precio de la operación sería sesenta pesos en cuc, es decir, pesos cubanos convertibles.
Sonia al oír aquello, ni se inmutó, sacó de su gaveta el juego de anillos de su último matrimonio y se los mandó a un joyero cercano, quien aceptó la compra por los sesenta pesos cuc.
Fijada la fecha de la operación, acompañada por su madre, fue para el centro hospitalario, la operaron durante poco más de dos horas, casi tres me dijo, y regresó a su casa para cumplir un reposo de unos diez días, consistente en no levantar pesos, ¡ni siquiera un vaso de agua!
A las veinticuatro horas, pudo caminar al baño normalmente. A las cuarenta y ocho horas de quitarle las hernias, pudo visitar a su comadre Cachita al doblar y aunque sigue de reposo, no siente dolor, solamente la molestia de la incisión de tres puntos de sutura.
¡Todo el dolor sufrido en cinco meses desapareció en tres horas gracias a los sesenta pesos cuc que pagó! Unos 1440 pesos no convertibles.
Usted podrá argumentar que el sistema de salud cubano es gratuito. Pero la cantidad de médicos y personal de salud que cumplen misión en el extranjero ya es tan grande que la población se resiente por la dificultad, no sólo de ser operado, sino de conseguir un turno a tiempo para remediar su malestar.
El otro lado del asunto, los obstáculos desaparecen al meter la mano en el bolsillo y ofrecer cierta suma en pesos convertibles. Aparecen camas para el ingreso, si es necesario, especialistas y hasta salón de operaciones. ¡Se verán horrores!
Por tanto, en las discusiones que se realizan en centros de trabajo sobre los problemas nacionales, teniendo como base el discurso del Vicepresidente del país el pasado 26 de julio en Camagüey, ha surgido la proposición de que repusieran el sistema mutualista de clínicas donde mediante el pago mensual, los pacientes podían obtener remedio a sus dolencias de manera más expedita. Al menos, se tendrá la esperanza de encontrar un médico que lo atienda. FIN. LG/07.
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Por Lucas Garve. Fundación por la Libertad de Expresión. La Habana.

Con razón hay quienes dicen que los caminos de Dios son inesperados a veces. Nada lineales como las historias de las películas. Sino bien lleno de baches como muchas de las calles de Luyanó, Marianano, Lawton, etc. que hacen necesario doblar a la derecha o a la izquierda, dar marcha atrás.
Eso le ha sucedido a Sonia, la treintañera y divertida habanera de un suburbio al sur del centro de la capital cubana. Para hacerles memoria, en mi crónica “Las desdichas de Sonia”, narré en síntesis sus padecimientos productos de dos hernias de disco en la columna vertebral. Y para los que piensen que “narrar” viene de “narra”, que significa un chino en el argot cubano, sepan que tenía bien un chino detrás, algo equivalente a toda la mala suerte del mundo.
En aquel momento, llevaba tres meses sin trabajar y no resolvía dónde, ni quien podría operarle las dos hernias discares que afectaban su locomoción, además de producirle un dolor intenso e incesante.
Al cabo de los cinco meses, tirada en una cama, con la única esperanza de alcanzar el sofá forrado de vinilo negro de su salita como trayecto más lejano, decidió zanjar por la izquierda, de manera alternativa su situación.
Justamente, una amiga -amiga de otra que tiene una parienta en uno de los mejores hospitales de La Habana- se condolió al constatar en una visita la desdichada situación que atravesaba. Sin trabajar y al borde de agotar el dinerito ahorrado de las propinas de los clientes en su puesto de cajera de una tienda de productos en divisa, la comadre le prometió hacer la gestión que podría solucionar su problema.
Y como las mujeres hacen gala de una diligencia feroz cuando se lo proponen, obtuvo los contactos con un neurocirujano de dicho hospital a quien mostraron todos los test clínicos que a Sonia le habían practicado y, luego de examinarlos, decidió intervenirla quirúrgicamente él mismo. La cuestión era que le precio de la operación sería sesenta pesos en cuc, es decir, pesos cubanos convertibles.
Sonia al oír aquello, ni se inmutó, sacó de su gaveta el juego de anillos de su último matrimonio y se los mandó a un joyero cercano, quien aceptó la compra por los sesenta pesos cuc.
Fijada la fecha de la operación, acompañada por su madre, fue para el centro hospitalario, la operaron durante poco más de dos horas, casi tres me dijo, y regresó a su casa para cumplir un reposo de unos diez días, consistente en no levantar pesos, ¡ni siquiera un vaso de agua!
A las veinticuatro horas, pudo caminar al baño normalmente. A las cuarenta y ocho horas de quitarle las hernias, pudo visitar a su comadre Cachita al doblar y aunque sigue de reposo, no siente dolor, solamente la molestia de la incisión de tres puntos de sutura.
¡Todo el dolor sufrido en cinco meses desapareció en tres horas gracias a los sesenta pesos cuc que pagó! Unos 1440 pesos no convertibles.
Usted podrá argumentar que el sistema de salud cubano es gratuito. Pero la cantidad de médicos y personal de salud que cumplen misión en el extranjero ya es tan grande que la población se resiente por la dificultad, no sólo de ser operado, sino de conseguir un turno a tiempo para remediar su malestar.
El otro lado del asunto, los obstáculos desaparecen al meter la mano en el bolsillo y ofrecer cierta suma en pesos convertibles. Aparecen camas para el ingreso, si es necesario, especialistas y hasta salón de operaciones. ¡Se verán horrores!
Por tanto, en las discusiones que se realizan en centros de trabajo sobre los problemas nacionales, teniendo como base el discurso del Vicepresidente del país el pasado 26 de julio en Camagüey, ha surgido la proposición de que repusieran el sistema mutualista de clínicas donde mediante el pago mensual, los pacientes podían obtener remedio a sus dolencias de manera más expedita. Al menos, se tendrá la esperanza de encontrar un médico que lo atienda. FIN. LG/07.
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