sábado, 31 de agosto de 2013

Aquella república
Lucas Garve, Fundación por la Libertad de Expresión

LA HABANA, junio (www.cubanet.org) - Mi abuela nació en las postrimerías del siglo 19. Tenía la piel del color del alba. Creo que por eso la nombraron Clara. Casó en el último año del siglo cuando era aún jovencísima. Durante los primeros veinte años de la República, mis abuelos se dedicaron a engendrar y a criar sus diez hijos.

Mi abuelo era militar de profesión. Cuando acabó la Guerra de Independencia cubana tenía grados de teniente y con ellos en las hombreras continuó durante la República. Murió en 1936 y claro que no lo conocí. Mi abuela no dejó la casa, y atender a su familia fue la mejor ocupación que encontró. Mis tías y tíos estudiaron en escuelas públicas y llegaron a diplomarse en la Universidad, fueron médicos, pedagogos, uno militar y mi madre, farmacéutica. Vivieron y fallecieron, salvo mi madre que los sobrevive, en el siglo 20 cubano.

No supe de sus tristezas. Nunca me parecieron descontentos. En algún momento debieron serlo, pero mis recuerdos y las fotos que se conservan reflejan imágenes de personas muy estables y alegres. Fotos hay por varios centenares. Bautizos, bodas, nacimientos, reuniones familiares, excursiones, baños en ríos, playas y piscinas, despedidas, en los trabajos y un largo etcétera.

Visitar las casas de mis tíos era como entrar en recintos llenos de objetos admirables y me parecía que para ellos eran cosas simples y naturales. La casa de mi madrina en Placetas, un pueblo en el centro de Cuba, tenía un pasillo muy largo con un piso muy pulido y realmente propicio para una buena carrera, mientras los "grandes" conversaban encerrados en el comedor de puertas de malla metálica. Pero tanto no permitían, quizás una o dos carreras. Entonces, como entretenimiento me dejaban hurgar entre los libros de los tres estantes situados al comienzo del corredor, escoger algún disco entre los tantos que esperaban junto al tocadiscos y, lo mejor, me dejaban ponerlo. Así pasaban  las horas de la visita que se prolongaba al almuerzo y terminaba al final del mediodía con los saludos previos a la partida.

Generalmente, "a los muchachos", nos ocupaban en algo instructivo. Había que leer revistas nacionales y extranjeras. Eran personas a quienes no les gustaba perder el tiempo, creo. Tampoco se nos permitía perderlo a nosotros, quienes estábamos convencidos de que teníamos todo el tiempo del mundo por delante. Además, todo estaba regido por horas.

Entiendo hoy que todos no vivieron de la misma forma, pero no puedo creer que la República fuera el desastre que en el presente anuncian.

Nadie recuerda ahora que Estrada Palma fue un Presidente honesto que dejó al final de su gobierno las arcas del Tesoro bastante bien colmadas. José Miguel Gómez llegó a la presidencia con una popularidad que sólo las emociones tropicales consolidan. Menocal dotó al país de una moneda nacional tan fuerte como el dólar. Machado urbanizó la Isla  y trató de forjar una industria nacional. Luego, la ola que lo derrocó trajo, con el Gobierno de los Cien Días, las medidas más revolucionarias en todo sentido que conociera América Latina en aquella época. En la primera presidencia de Batista se construyeron más escuelas rurales y sanatorios y casas de socorro que nunca antes y se promulgó la Constitución del 40 como producto de una Asamblea Constituyente en la que no faltó ningún sector del espectro político. Fue verdaderamente una discusión democrática y una muestra de la civilidad alcanzada.

En los años veinte, el florecimiento de la cultura no tuvo parangón y durante otros veinte años se prolongó un ambiente y una atmósfera cultural sin precedentes para una isla de nuestras dimensiones. Al mismo tiempo que los adelantos tecnológicos asombraban y contribuían a cambiar a una sociedad lanzada al consumo en una carrera vertiginosa por competir con las más grandes capitales del mundo occidental.

Durante toda esa época, mi familia vivió, creció, se ramificó, trabajó, se hizo respetar,  dio sus frutos, leyó, cantó, bailó,  amó y fue amada. Ahí están los testimonios gráficos, las fotos, del granito de arena que ellos fueron en las historia de la República. Como muchas otras familias, más o menos conocidas, quizás del todo desconocidas. Mas todas formaron aquella República a la que hoy pretenden olvidar.

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