miércoles, 22 de abril de 2009

ESPLENDOR Y CAIDA DEL SHOW DE CABARET EN CUBA.

ESPLENDOR Y CAIDA DEL SOHW DE CABARET EN CUBA.

Por Lucas Garve. Fundación por la Libertad de Expresión. La Habana, 2006-11-05.

La capital de la Perla de las Antillas fue llamada el París de América. La cosmopolitización de los años 30 y 40 impulsó la ciudad a tomar aires de gran señora.
En la década siguiente crecieron los hoteles de lujo. El París de América se convertiría en las Vegas tropicalizadas. La vía Monumental unía a la zona litoral este con la Ciudad gracias al túnel de la Bahía para garantizar el desarrollo inmobiliario de una zona aún casi virgen. Pero inversores con olor a mafia y otros con motivos locales se retiraron apresurados por la contingencia del vuelco revolucionario del 59 y ahí quedó la cosa...
La desaparición de los casinos de juego y las máquinas traga perras dejó a los cabarets como testigo de lo que para muchos constituyó un proyecto fabuloso.
La tradición del cabaret habanero se conservó gracias a ciertos nombres que venían de la época anterior al 59 continuadores de los míticos espectáculos del Tropicana convertidos en leyenda.
Al no haber casinos, ni juegos en los hoteles, los shows de cabaret pasaron a ser la primera atracción ofrecida a huéspedes de países del Este europeo en lugar de los venidos de tierras norteñas y más cercanas.
Los años 60 marcaron el agosto de los cabarets con superproducciones que nada tenían que envidiarle a los de los mejores centros del mundo en este género. Las figuras centrales de estos espectáculos eran los mismos que el público veía en emisones musicales de televisión y, dicha ubicuidad, contribuyó a popularizar muchos nombres que, en caso contrario, hubieran quedado en la íntima oscuridad de la sala cabaretera.
La mitología de los cabarets habaneros tuvo a Tropicana como Olimpo y su Dios Mayor fue Roderico Neyra, conocido por Rodney, quien estableció un esquema para ese tipo de espectáculo que no tenía que ver con los de Las Vegas, ni con el del Lido de París, pero era un espectáculo de cabaret con sabor cubano. Cumbres menores lo fueron el salón Rosado del cabaret del Hotel Capri, el cosmopolita salón Parisién del majestuoso Hotel Nacional, el salón Copa Room del tan snob Hotel Riviera y el salón Caribe del antiguo Havana Hilton, rebautizado Habana Libre. Ya después del 59 no funcionaron ni el Monmartre, ni el Sans Souci. Además, había una cadena de cabarets pequeños, pero no menos famosos, como el Nacional de San Rafael y Prado, el Alí Bar, la Sierra, el Night and Day, el Barbarán, y un largo etc.
La industria particular de este género de espectáculos sobrevivió en talleres especializados regidos por el Estado donde se refugiaron algunos rezagados de las primeras olas de cubanos hacia el exilio.
La ausencia práctica de noticias faranduleras, que en la época anterior difundían revistas como Bohemia, Carteles, Vanidades, Show, confinó la vida artística del cabaret a los propios recintos del género.
Únicamente, hasta finales de los 60 o principios de los 70, existió en Bohemia una sección dedicada a cine, teatro y cabaret donde aparecieron crónicas, reñas y críticas sobre el géenero, escrita por Nati González Freyre.
El golpe final lo dio el Gobierno mismo en el 70 cuando los mantuvieron cerrados los cabarets un buen tiempo con decisión calvinista, debido al “esfuerzo de la Zafra de los 10 millones”. Pocos años más tarde, renacerían y sólo a finales de los 70 y en la década de los 80, volverían a redorar más o menos sus oropeles.
Hasta que con el auge del turismo en los 90 y el paso de las instalaciones a corporaciones turísticas, los cabarets cobraron otra dimensión. Así, cambió la política
de turismo nacional masificado por la de turismo foráneo que aportara las divisas fuertes.
Actualmente en los salones de cabarets de los hoteles se presentan grupos de música bailable en lugar de las producciones espectaculares de otros tiempos, con excepción del algunos cabarets como el Tropicana, el Parisién del hotel Nacional, el cabaret del hotel Internacionald de Varadero, y los Tropicana de Matanzas y Santiago de Cuba. ¿Razón?: pues es más rentable pagar a una orquesta con varios cantantes, que montar una costosa producción revisteril con 40 ó 50 artistas y técnicos, ademas de los empleados de servicio.
Para los artistas, el ambiente, la atmósfera, la bohemia también, desapareció porque no pueden decir que tienen un “público”, como ocurría en los años de los 50, 60, hasta los 80. Los turistas no comprenden sus canciones, no hablan español en su mayoría y los toman como algo curioso, interesante y folklórico. Lamentablemente, así desapareció una tradición de varias generaciones. FIN LG/06.
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Por Lucas Garve. Fundación por la Libertad de Expresión. La Habana, 2006-11-05.

La capital de la Perla de las Antillas fue llamada el París de América. La cosmopolitización de los años 30 y 40 impulsó la ciudad a tomar aires de gran señora.
En la década siguiente crecieron los hoteles de lujo. El París de América se convertiría en las Vegas tropicalizadas. La vía Monumental unía a la zona litoral este con la Ciudad gracias al túnel de la Bahía para garantizar el desarrollo inmobiliario de una zona aún casi virgen. Pero inversores con olor a mafia y otros con motivos locales se retiraron apresurados por la contingencia del vuelco revolucionario del 59 y ahí quedó la cosa...
La desaparición de los casinos de juego y las máquinas traga perras dejó a los cabarets como testigo de lo que para muchos constituyó un proyecto fabuloso.
La tradición del cabaret habanero se conservó gracias a ciertos nombres que venían de la época anterior al 59 continuadores de los míticos espectáculos del Tropicana convertidos en leyenda.
Al no haber casinos, ni juegos en los hoteles, los shows de cabaret pasaron a ser la primera atracción ofrecida a huéspedes de países del Este europeo en lugar de los venidos de tierras norteñas y más cercanas.
Los años 60 marcaron el agosto de los cabarets con superproducciones que nada tenían que envidiarle a los de los mejores centros del mundo en este género. Las figuras centrales de estos espectáculos eran los mismos que el público veía en emisones musicales de televisión y, dicha ubicuidad, contribuyó a popularizar muchos nombres que, en caso contrario, hubieran quedado en la íntima oscuridad de la sala cabaretera.
La mitología de los cabarets habaneros tuvo a Tropicana como Olimpo y su Dios Mayor fue Roderico Neyra, conocido por Rodney, quien estableció un esquema para ese tipo de espectáculo que no tenía que ver con los de Las Vegas, ni con el del Lido de París, pero era un espectáculo de cabaret con sabor cubano. Cumbres menores lo fueron el salón Rosado del cabaret del Hotel Capri, el cosmopolita salón Parisién del majestuoso Hotel Nacional, el salón Copa Room del tan snob Hotel Riviera y el salón Caribe del antiguo Havana Hilton, rebautizado Habana Libre. Ya después del 59 no funcionaron ni el Monmartre, ni el Sans Souci. Además, había una cadena de cabarets pequeños, pero no menos famosos, como el Nacional de San Rafael y Prado, el Alí Bar, la Sierra, el Night and Day, el Barbarán, y un largo etc.
La industria particular de este género de espectáculos sobrevivió en talleres especializados regidos por el Estado donde se refugiaron algunos rezagados de las primeras olas de cubanos hacia el exilio.
La ausencia práctica de noticias faranduleras, que en la época anterior difundían revistas como Bohemia, Carteles, Vanidades, Show, confinó la vida artística del cabaret a los propios recintos del género.
Únicamente, hasta finales de los 60 o principios de los 70, existió en Bohemia una sección dedicada a cine, teatro y cabaret donde aparecieron crónicas, reñas y críticas sobre el géenero, escrita por Nati González Freyre.
El golpe final lo dio el Gobierno mismo en el 70 cuando los mantuvieron cerrados los cabarets un buen tiempo con decisión calvinista, debido al “esfuerzo de la Zafra de los 10 millones”. Pocos años más tarde, renacerían y sólo a finales de los 70 y en la década de los 80, volverían a redorar más o menos sus oropeles.
Hasta que con el auge del turismo en los 90 y el paso de las instalaciones a corporaciones turísticas, los cabarets cobraron otra dimensión. Así, cambió la política
de turismo nacional masificado por la de turismo foráneo que aportara las divisas fuertes.
Actualmente en los salones de cabarets de los hoteles se presentan grupos de música bailable en lugar de las producciones espectaculares de otros tiempos, con excepción del algunos cabarets como el Tropicana, el Parisién del hotel Nacional, el cabaret del hotel Internacionald de Varadero, y los Tropicana de Matanzas y Santiago de Cuba. ¿Razón?: pues es más rentable pagar a una orquesta con varios cantantes, que montar una costosa producción revisteril con 40 ó 50 artistas y técnicos, ademas de los empleados de servicio.
Para los artistas, el ambiente, la atmósfera, la bohemia también, desapareció porque no pueden decir que tienen un “público”, como ocurría en los años de los 50, 60, hasta los 80. Los turistas no comprenden sus canciones, no hablan español en su mayoría y los toman como algo curioso, interesante y folklórico. Lamentablemente, así desapareció una tradición de varias generaciones. FIN LG/06.
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