miércoles, 8 de abril de 2009

LOS CUBANOS, EL HABLA Y LA SOCIEDAD

LOS CUBANOS, EL HABLA Y LA SOCIEDAD.
Por Lucas Garve, Fundación por la Libertad de Expresión. La Habana, 2005-08-04.

Por los años 90 un profesional europeo visitó Cuba con la esperanza de conocer la isla y practicar el español. Aprendió nuestra lengua en la Península ibérica durante repetidos viajes en busca de mar y solaz. Mas nunca imaginó la sorpresa que su experiencia cubana le depararía al salir a las calles de una repoblada Centro Habana.
Pues el holandés errante no entendió ni palabra los primeros días. A lo que más llegó fue a comprender que caía simpático porque cuando se dirigía a cualquiera detectaba como respuesta gestual la risa del interlocutor y, sobre todo, la de las mulaticas. Así sucedió, hasta que al cabo de unos diez días logró comprender en buena medida lo que le decían.
Primero, identificó que el apelativo para contactar con él, no era Thomas –su nombre- sino “Oye Pepe”. Que los dólares se llamaban “fulas” y la casa donde rentaba una habitación era el “gao”. Un auto era una “máquina” y los autobuses “guaguas”. Sin embargo, todo le pareció muy gracioso y exótico.
¿Los cubanos hablamos correctamente entonces o no? ¿Qué sucede hoy en día con el español en Cuba? Ciertamente, es un tema algo complejo, pero sin más trataré de abordarlo de forma que sea comprensible.
Primero, hay que acudir al hecho de que cada lengua que se habla en varios países o regiones tiene lo que llaman una “norma estándar”. Basada preferentemente en la lengua escrita, porque es la que fija, esta norma recoge los actos de habla más “formales” y se aparta de los caracteres particulares, diferenciados de cada país, región, territorio o ciudad.
No obstante, la lengua tiene entre sus funciones la de reflejar la identidad del hablante. Un cubano identifica a otro proveniente de Pinar del Río, Camaguey o de las provincias del extremo este de la isla por las peculiaridades del habla. Hay diferencias que marcan las evidentes variantes lingüísticas producidas por los cubanos. También hay que contar con los niveles de conocimiento de los hablantes porque hay poca diferencia entre dos individuos, digamos “cultos”, de ambos territorios. Claro está, estos interlocutores usarán para comunicarse una norma estándar y además condimentada con los cubanismos propios.
Es en el léxico entonces, donde este rasgo insular se revela con plena claridad. En noviembre del 1939, Fernando Ortiz, uno de los sabios cubanos más prestigiosos, pronunció una conferencia medular titulada “Los factores humanos de la cubanidad”. En fecha tan temprana, definió como “cubanismos” al “giro o modo de hablar de los cubanos”, como cuando vamos a comprar frutas al mercado agrícola y pedimos una “frutabomba” en el Occidente del país, pero que al Oriente de la isla, diríamos “papaya”.
Otro factor decisivo son los cambios sociales en la mentalidad de los individuos. A partir del 1959, la norma estándar del español hablado en Cuba varió producto de la conmoción social sufrida, de la pérdida de reconocimiento social que tuvieron las clases sociales alta y media que imponían su norma del habla entonces, del éxodo de quienes la usaban para comunicar y de la voluntad política de cambiar los rasgos sociales que las identificaban.
Ante la existencia de nuevas realidades se impuso un nuevo léxico capaz de describirla. De este proceso complejísimo –aún sin terminar- surgieron un nuevo léxico y nuevas expresiones. Un “discurso” diferente para aquel entonces marcó el habla del cubano desde los años 60. La necesidad de “nombrar” la realidad en proceso de cambio hizo surgir palabras como “cederista” y emplear “bloque” por edificio de apartamentos, “agro” por mercado, “unidad” por estación de policía. Sin contar con el desconocimiento que muchos individuos, a causa del “igualitarismo” establecido por el nuevo régimen, ascendían o pasaban a formar parte de grupos de reconocimiento político-social, trajeron con ellos al uso general de la lengua, palabras que en el contexto social pre revolucionario no eran propias de la norma reconocida como correcta.
El reconocimiento y difusión de la forma y giros de carácter marginal en el habla del cubano constituyen sin duda la expresión más patente del conflicto de clases que se vivió en Cuba después del 1959. Sucedió que por ser el habla reflejo de la realidad, ella también entró en conflicto. Las transformaciones padecidas por la sociedad cubana durante estos 46 años propiciaron que el habla del cubano adquiriera particularidades muy acentuadas.
Acerca de la existencia de una concepción de política lingüística definida existente, Rodolfo Alpízar, lingüista e investigador cubano, en el artículo “Controversia: el habla popular y las normas sociales”, publicado en la revista TEMAS #36/2004, expone en el referido trabajo: “No hay una concepción política en los medios de difusión sobre la lengua. (...) No hay una concepción política de la lingüística en Cuba. Solo en el año 1992 apareció en la Constitución un elemento que estaba en la de 1940: que el español es la lengua nacional de Cuba. La Constitución de 1976 no decía nada sobre eso...”. Párrafos más adelante afirmó: “Existen dirigentes juveniles que hablan muy mal, como una ametralladora, y se comen todas las pausas de entonación. Nadie les ha enseñado a hacerlo bien. Y cada vez hay más jóvenes dirigentes que hablan así, porque nadie les dice que tienen que mejorar su habla. Los dirigentes juveniles y la generación que va a dirigir el país cuando sean mayores están hablando mal el español”.
Es lógico que la no definición de una concepción de política lingüística afecta el habla, porque primero no termina con el conflicto iniciado en los 60; segundo la aceptación de formas y giros expresivos de tendencias surgidas en la lengua gracias a la emergencia de grupos sociales antes y, también ahora, marginales. Tal permisividad mantiene abierto un proceso de incorporación léxica que lejos de enriquecer el habla, la empobrece en la medida que impide el establecimiento de una norma correcta por el mero hecho de “hablar distinto”, además de ratificar el empleo inusual de vocablos cuando existen desde siempre los apropiados. .
La influencia de los medios de difusión ocupa un lugar relevante por el alcance de la radio, la televisión, el cine, la letra de las canciones populares. Si desde finales de los 60, el inicio de una revalorización de la canción cubana promovida por el nombrado Movimiento de la Nueva Trova contribuyó a elevar el nivel artístico de las letras de las producciones musicales de este grupo de autores, el peso del mensaje político que conllevan y el destino de estas producciones musicales las polarizó de tal manera que las marcó como “canción política”. Esto último, en buena parte, influenció para que la popularidad de ellas quedara restringida a grupos sociales afines a las ideas que vehiculan.
Por otra parte, el resurgimiento de una fuerte corriente de la música popular menos politizada, más comercial y la necesidad de la aceptación de la misma en el extranjero condujo a la promoción de canciones cuyas letras reflejan situaciones nacionales.
Desde “La Habana no aguanta más...” popularizada por la orquesta VanVan hasta las letras “posmodernas” del conjunto NG La Banda, las letras de las canciones más populares hallan eco en el refranero callejero que las adopta, tal como las consignas políticas difundidas por el régimen para su incorporación por la población.
Son los jóvenes preferentemente quienes hacen suya con más frecuencia las frases más pegajosas de las canciones; son ellos quienes las repiten y las emplean en sus intercambios dialógales gracias a un acuerdo tácito del grupo que integran. Significan un elemento simbólico muchas veces, así su significado se amplifica, al cubrir espacios de significación en ocasiones de una mayor dimensión según el contexto en que las utilizan.
Al llegar a este punto, queda pues concluir que el habla en Cuba atraviesa desde hace un buen tiempo un período evolutivo debido a las situaciones emergentes que se suceden en el panorama nacional. En cuanto, a si hablamos de forma correcta o no, los estudiosos entienden que la propia evolución de la lengua seleccionará las mejores y apropiadas formas lingüísticas para expresar nuestra realidad tan compleja y la corrección depende de las circunstancias del uso, del contexto en el que se produce el intercambio lingüístico y de los mismos interlocutores. Mientras, “lo que te den cógelo y mantén tu latón con tapa, esa es tu hierba”. FIN.
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