miércoles, 3 de junio de 2009

CON EL MISMO COMPÁS

CON EL MISMO COMPÁS
Por Lucas Garve. Fundación por la Libertad de Expresión. La Habana.

La música cubana producida por populares orquestas y consumida ahora mismo por el público cubano padece ciertas fórmulas que la hacen repetitiva en la mayoría de los casos.
Es posible que la primera de las causas sea la comercialización de patrones musicales más apreciados por productores más preocupados por vender que por trascender.
Hoy escuchamos arreglos repetitivos, letras de canciones con los mismos tópicos, orquestaciones que no “sorprenden”, cantantes que todas y todos, más que individualidades parecen un coro griego porque cantan igual.
Al parecer, hay un solo arreglista musical, pues se perdió un tanto la frescura que la diferencia aporta. Esta es la causa de las orquestas bajo “efecto probeta”, todas hacen la misma música.
Asimismo, sucede con los vocalistas, entre los que, sin duda, los bemoles andan por las nubes, mientras desdeñan la modulación de la voz que una vez caracterizó el quehacer vocalístico nacional. Aterra pensar que un país donde nacieron cantantes-intérpretes tan completas como Olga Guillot, Rita Montaner, Celia Cruz y Elena Burke, hoy no cuente con figuras que las sustituyan.
Entienda bien, no quiero decir que se hace mala música popular en Cuba. Por lo contrario, hay excelentes instrumentistas, cantantes capaces de alcanzar varios registros, pero lamentablemente, les falta la individualidad marcadora de lo auténtico del concepto y, sin concepto no hay arte, según explicó recientemente en una emisión educativa un reconocido crítico y teórico musical cubano.
El problema de las letras de las canciones apunta hacia la pobreza de la expresión fatigada por exceso de consignas. No se habla de otra cosa que no sea de lo mismo: política, sexo, pelota y comida. Los tres tópicos generales que agrupan las variables temáticas mayoritarias de las conversaciones de los cubanos hoy en día.
Si desea ir conmigo más allá en el pasado inmediato, constatará que buena culpa del asunto, por una parte, queda en la uniformidad excesiva de la enseñanza que conspira de cierto modo contra la relación fecunda del auto didactismo con la experiencia musical y por otro lado, pero sin dejar de ser la otra rueda de la misma carreta de culpas, la selección de vías musicales para hacer dinero, la inutilidad de un Instituto de la Música para administrar y corregir lo que el gusto del público y la trascendencia del producto musical en el mercado pueden conseguir.
Por suerte, hay algunos grupos y artistas musicales que no siguen el camino errado del facilismo comercial y, sin dejar de tener en cuenta el mercado, ofrecen un producto de calidad y trascendencia: marcan el camino un grupo como Orishas, premiado con un Grammy incluso y artistas como el dúo de Gema y Pavel.
Dejar de lado la música de ocasión y poner a trabajar el talento gracias a los conocimientos adquiridos es la solución. En caso de continuar por el mismo camino solamente lograrán empobrecer un valioso producto cultural cubano y perder el favor del mercado. FIN. LG/07.
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Por Lucas Garve. Fundación por la Libertad de Expresión. La Habana.

La música cubana producida por populares orquestas y consumida ahora mismo por el público cubano padece ciertas fórmulas que la hacen repetitiva en la mayoría de los casos.
Es posible que la primera de las causas sea la comercialización de patrones musicales más apreciados por productores más preocupados por vender que por trascender.
Hoy escuchamos arreglos repetitivos, letras de canciones con los mismos tópicos, orquestaciones que no “sorprenden”, cantantes que todas y todos, más que individualidades parecen un coro griego porque cantan igual.
Al parecer, hay un solo arreglista musical, pues se perdió un tanto la frescura que la diferencia aporta. Esta es la causa de las orquestas bajo “efecto probeta”, todas hacen la misma música.
Asimismo, sucede con los vocalistas, entre los que, sin duda, los bemoles andan por las nubes, mientras desdeñan la modulación de la voz que una vez caracterizó el quehacer vocalístico nacional. Aterra pensar que un país donde nacieron cantantes-intérpretes tan completas como Olga Guillot, Rita Montaner, Celia Cruz y Elena Burke, hoy no cuente con figuras que las sustituyan.
Entienda bien, no quiero decir que se hace mala música popular en Cuba. Por lo contrario, hay excelentes instrumentistas, cantantes capaces de alcanzar varios registros, pero lamentablemente, les falta la individualidad marcadora de lo auténtico del concepto y, sin concepto no hay arte, según explicó recientemente en una emisión educativa un reconocido crítico y teórico musical cubano.
El problema de las letras de las canciones apunta hacia la pobreza de la expresión fatigada por exceso de consignas. No se habla de otra cosa que no sea de lo mismo: política, sexo, pelota y comida. Los tres tópicos generales que agrupan las variables temáticas mayoritarias de las conversaciones de los cubanos hoy en día.
Si desea ir conmigo más allá en el pasado inmediato, constatará que buena culpa del asunto, por una parte, queda en la uniformidad excesiva de la enseñanza que conspira de cierto modo contra la relación fecunda del auto didactismo con la experiencia musical y por otro lado, pero sin dejar de ser la otra rueda de la misma carreta de culpas, la selección de vías musicales para hacer dinero, la inutilidad de un Instituto de la Música para administrar y corregir lo que el gusto del público y la trascendencia del producto musical en el mercado pueden conseguir.
Por suerte, hay algunos grupos y artistas musicales que no siguen el camino errado del facilismo comercial y, sin dejar de tener en cuenta el mercado, ofrecen un producto de calidad y trascendencia: marcan el camino un grupo como Orishas, premiado con un Grammy incluso y artistas como el dúo de Gema y Pavel.
Dejar de lado la música de ocasión y poner a trabajar el talento gracias a los conocimientos adquiridos es la solución. En caso de continuar por el mismo camino solamente lograrán empobrecer un valioso producto cultural cubano y perder el favor del mercado. FIN. LG/07.
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