miércoles, 3 de junio de 2009

CUBA ESTÁ TAN LEJOS

CUBA ESTÁ TAN LEJOS
Por Lucas Garve. Fundación por la Libertad de Expresión. La Habana, 2007-09-19.

Todos los días descubro en el cielo las aeronaves procedentes de Miami. Un vuelo por la mañana y otro al mediodía desembarcan los viajeros que vienen al reencuentro de sus familias. Dejadas atrás por diversas causas, sean cuales fueran, pero separadas por una distancia mayor que las noventa millas que separan las dos orillas del Estrecho de la Florida.
En sí mismo, tal nominativo geográfico sólo abarca la distancia real de la superficie. Pero en los corazones y las mentes de los viajeros que lo salvan en aviones, a pesar de los pocos minutos de duración del vuelo, existe un océano de recuerdos, nostalgias y melancolías. Las que producen un reflujo de tristezas por la vida anterior junto a sus familiares. Por los paisajes de su infancia. Por lo que dejó atrás. Cuando ya no es posible la vuelta atrás.
Más, esos sentimientos son realmente propiedad de la complejidad de espiritual de los adultos. En los niños, bueno, los niños miran el mundo a través del cristal de la ingenuidad de la inocencia. Así ocurre con mi nieta, residente en Miami, su ciudad natal además, quien desde la altura de sus cinco años pregunta a su mentora más próxima y natural, su madre, el por qué Cuba está tan lejos.
Mi princesa no alcanza a comprender aún la complejidad de nuestras relaciones. Todavía a los cinco años, en su segunda visita a sus abuelos, a su tía y a su primo, a los familiares isleños, mi family, desde la inocencia de su poca edad refleja con la simplicidad de su razonamiento, con una sola oración, la tristeza mayor del desarraigo familiar.
¿Por qué Cuba está tan lejos? Nos arroja a la cara la sinrazón de una lejanía artificial que nos culpa por inacción, desidia e inmovilidad. También nos deja el amargo sabor de no saber y no decidir nuestros destinos. Dejarlos abandonados a los vaivenes de políticas que afectan a las gentes, a sus familias, que las hieren en el centro del corazón.
Sobre el Estrecho de la Florida se ha tendido durante casi cincuenta años un puente de papel sostenido por las cartas de las familias de aquí a las de allá. Con el avance de las tecnologías, ahora los e-mails trasladan los mensajes inmediatamente al establecer un canal de comunicación para saber de parientes cercanos y lejanos, de amigos íntimos y menos también.
Así vivimos a medias, a horcajadas sobre las aguas, movidos por un Gulf Stream de pasiones, recuerdos y nostalgias como la poderosa corriente del Golfo que mueve las aguas bajo la superficie del mar que geográficamente nos distancia.
¿Qué me dirá mi nieta cuando crezca y trate, como todo ser humano de encontrar una respuesta a algo que la afecta en sus sentimientos y que ella no creó, ni dispuso?
¿A quién culpará por no hartarse de comer las comidas con sabor diferente de su abuela isleña? ¿Quién le robó el magnífico e increíble tesoro de su infancia que es grabar en su memoria la alegría de su madre al compartir la mesa con sus padres, mientras ella corretea a sus anchas a su alrededor?
Cientos de miles de cubanos compartirán conmigo sin duda el desvelo de una noche de insomnio cuando las preocupaciones vuelan más rápido sobre la estela de luz de una luna llena. Ellos lo compartirán porque hacia el otro lado, allá, al Norte está una parte de sus corazones. Entonces, hay que hacer algo. Y creo que enunciarlo ya es un principio.
Acercaré un poco más a Cuba para recibir el mejor de los regalos en la mirada y el beso de mi princesa Sofía. FIN. LG/07.
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Por Lucas Garve. Fundación por la Libertad de Expresión. La Habana, 2007-09-19.

Todos los días descubro en el cielo las aeronaves procedentes de Miami. Un vuelo por la mañana y otro al mediodía desembarcan los viajeros que vienen al reencuentro de sus familias. Dejadas atrás por diversas causas, sean cuales fueran, pero separadas por una distancia mayor que las noventa millas que separan las dos orillas del Estrecho de la Florida.
En sí mismo, tal nominativo geográfico sólo abarca la distancia real de la superficie. Pero en los corazones y las mentes de los viajeros que lo salvan en aviones, a pesar de los pocos minutos de duración del vuelo, existe un océano de recuerdos, nostalgias y melancolías. Las que producen un reflujo de tristezas por la vida anterior junto a sus familiares. Por los paisajes de su infancia. Por lo que dejó atrás. Cuando ya no es posible la vuelta atrás.
Más, esos sentimientos son realmente propiedad de la complejidad de espiritual de los adultos. En los niños, bueno, los niños miran el mundo a través del cristal de la ingenuidad de la inocencia. Así ocurre con mi nieta, residente en Miami, su ciudad natal además, quien desde la altura de sus cinco años pregunta a su mentora más próxima y natural, su madre, el por qué Cuba está tan lejos.
Mi princesa no alcanza a comprender aún la complejidad de nuestras relaciones. Todavía a los cinco años, en su segunda visita a sus abuelos, a su tía y a su primo, a los familiares isleños, mi family, desde la inocencia de su poca edad refleja con la simplicidad de su razonamiento, con una sola oración, la tristeza mayor del desarraigo familiar.
¿Por qué Cuba está tan lejos? Nos arroja a la cara la sinrazón de una lejanía artificial que nos culpa por inacción, desidia e inmovilidad. También nos deja el amargo sabor de no saber y no decidir nuestros destinos. Dejarlos abandonados a los vaivenes de políticas que afectan a las gentes, a sus familias, que las hieren en el centro del corazón.
Sobre el Estrecho de la Florida se ha tendido durante casi cincuenta años un puente de papel sostenido por las cartas de las familias de aquí a las de allá. Con el avance de las tecnologías, ahora los e-mails trasladan los mensajes inmediatamente al establecer un canal de comunicación para saber de parientes cercanos y lejanos, de amigos íntimos y menos también.
Así vivimos a medias, a horcajadas sobre las aguas, movidos por un Gulf Stream de pasiones, recuerdos y nostalgias como la poderosa corriente del Golfo que mueve las aguas bajo la superficie del mar que geográficamente nos distancia.
¿Qué me dirá mi nieta cuando crezca y trate, como todo ser humano de encontrar una respuesta a algo que la afecta en sus sentimientos y que ella no creó, ni dispuso?
¿A quién culpará por no hartarse de comer las comidas con sabor diferente de su abuela isleña? ¿Quién le robó el magnífico e increíble tesoro de su infancia que es grabar en su memoria la alegría de su madre al compartir la mesa con sus padres, mientras ella corretea a sus anchas a su alrededor?
Cientos de miles de cubanos compartirán conmigo sin duda el desvelo de una noche de insomnio cuando las preocupaciones vuelan más rápido sobre la estela de luz de una luna llena. Ellos lo compartirán porque hacia el otro lado, allá, al Norte está una parte de sus corazones. Entonces, hay que hacer algo. Y creo que enunciarlo ya es un principio.
Acercaré un poco más a Cuba para recibir el mejor de los regalos en la mirada y el beso de mi princesa Sofía. FIN. LG/07.
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