lunes, 22 de junio de 2009

LA AFICIÓN PREFERIDA DEL HABANERO

LA AFICIÓN PREFERIDA DEL HABANERO
Por Lucas Garve. Fundación por la Libertad de Expresión. La Habana, 2009-06-14.
El francés Gabriel Veyre, cuando desembarcó por el puerto capitalino a finales del siglo 19, no imaginó que el invento del cinematógrafo que mostraría a los cubanos sería uno de sus pasatiempos definitivos al cabo de medio siglo.
Aún recuerdo cuando mis padres me llevaron por primera al cine de Radiocentro, actualmente rebautizado por Yara, no se por cual razón, si no es política. Allí, si la memoria no me falla, exhibían una película intitulada Aventura en los mares del Sur. Tengo muy claro en la memoria, la presencia de las tres cabinas de proyección de la sala y la enorme pantalla que permitía el efecto en los asistentes de navegar en aquel barco y el sube y baja del mismo por las fuertes olas del Pacífico Sur. Tampoco, olvidé el mareo que me produjo.
Asimismo nunca borraré de la memoria las tandas vespertinas en el Dúplex - Rex Cinema, una de las salas más elegantes de la capital cubana en sus mejores momentos. Después de merendar a expensas de una mis tías en la cafetería de Flogar a tres cuadras de distancia, íbamos a ver documentales y cartones animados. De allí, me impresionaba la atmósfera de intimidad y semioscuridad del lobby con su enorme pecera y la elegancia del público.
La Habana llegó a tener 134 cines. La cifra de asientos (lunetas) en conjunto en toda la ciudad era capaz de acoger a más de medio millón de cinéfilos. La sala más grande de la capital era la del Blanquita (hoy Karl Marx) en Miramar con 6 730 lunetas. Si contar con tres autocines instalados en Tarará, Mediodía (Novia del Mediodía) y Vento con espacio de parqueo para un total de 1 866 autos. La penumbra del interior de su auto sustituía a la de la sala de cine. Además, había venta de bebidas y golosinas en la mayoría de las salas y en los tres autocines.
Tan fuerte fue la afición del habanero en los años 40 y 50 al cine que un escritor como G. Cabrera Infante dejó testimonio con su obra novelística de la huella de las salas de cine de los habaneros. Evidentemente, la capital cubana llegó a tener más salas de cines de 35 mm que París y Nueva York en esa misma época.
En 1959, para ir al cine, se buscaba en los periódicos la página de espectáculos y había una lista larguísima de salas de cine a escoger y para todos los gustos. Para el habanero de hoy, el número de cines con que su ciudad contaba debe parecer cosa de sueños.

En el presente, muchos de aquellos cines de antaño han sucumbido ante los embates del tiempo, la falta de reparaciones constructivas, los cierres y el abandono. Los que aún quedan abiertos carecen de las comodidades mínimas de los modernos cines de las grandes ciudades que un día, hace medio siglo, La Habana aventajó en número de salas.
Aunque en el presente, haya muestras de cine extranjero y un Festival de cine todos los años a principio de diciembre, la afluencia de los capitalinos a los cines no alcanza cifras relevantes como años atrás.
Hoy, el residente habanero lo piensa tres veces antes de salir de su casa los fines de semana. Atraído por la comodidad de ver una película DVD sin salir de casa o impedido por las dificultades del transporte en una ciudad tan extensa y además por el hecho de que los cines, aún en mejor funcionamiento, están concentrados en el centro de la ciudad. FIN. LG/09.
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Por Lucas Garve. Fundación por la Libertad de Expresión. La Habana, 2009-06-14.
El francés Gabriel Veyre, cuando desembarcó por el puerto capitalino a finales del siglo 19, no imaginó que el invento del cinematógrafo que mostraría a los cubanos sería uno de sus pasatiempos definitivos al cabo de medio siglo.
Aún recuerdo cuando mis padres me llevaron por primera al cine de Radiocentro, actualmente rebautizado por Yara, no se por cual razón, si no es política. Allí, si la memoria no me falla, exhibían una película intitulada Aventura en los mares del Sur. Tengo muy claro en la memoria, la presencia de las tres cabinas de proyección de la sala y la enorme pantalla que permitía el efecto en los asistentes de navegar en aquel barco y el sube y baja del mismo por las fuertes olas del Pacífico Sur. Tampoco, olvidé el mareo que me produjo.
Asimismo nunca borraré de la memoria las tandas vespertinas en el Dúplex - Rex Cinema, una de las salas más elegantes de la capital cubana en sus mejores momentos. Después de merendar a expensas de una mis tías en la cafetería de Flogar a tres cuadras de distancia, íbamos a ver documentales y cartones animados. De allí, me impresionaba la atmósfera de intimidad y semioscuridad del lobby con su enorme pecera y la elegancia del público.
La Habana llegó a tener 134 cines. La cifra de asientos (lunetas) en conjunto en toda la ciudad era capaz de acoger a más de medio millón de cinéfilos. La sala más grande de la capital era la del Blanquita (hoy Karl Marx) en Miramar con 6 730 lunetas. Si contar con tres autocines instalados en Tarará, Mediodía (Novia del Mediodía) y Vento con espacio de parqueo para un total de 1 866 autos. La penumbra del interior de su auto sustituía a la de la sala de cine. Además, había venta de bebidas y golosinas en la mayoría de las salas y en los tres autocines.
Tan fuerte fue la afición del habanero en los años 40 y 50 al cine que un escritor como G. Cabrera Infante dejó testimonio con su obra novelística de la huella de las salas de cine de los habaneros. Evidentemente, la capital cubana llegó a tener más salas de cines de 35 mm que París y Nueva York en esa misma época.
En 1959, para ir al cine, se buscaba en los periódicos la página de espectáculos y había una lista larguísima de salas de cine a escoger y para todos los gustos. Para el habanero de hoy, el número de cines con que su ciudad contaba debe parecer cosa de sueños.

En el presente, muchos de aquellos cines de antaño han sucumbido ante los embates del tiempo, la falta de reparaciones constructivas, los cierres y el abandono. Los que aún quedan abiertos carecen de las comodidades mínimas de los modernos cines de las grandes ciudades que un día, hace medio siglo, La Habana aventajó en número de salas.
Aunque en el presente, haya muestras de cine extranjero y un Festival de cine todos los años a principio de diciembre, la afluencia de los capitalinos a los cines no alcanza cifras relevantes como años atrás.
Hoy, el residente habanero lo piensa tres veces antes de salir de su casa los fines de semana. Atraído por la comodidad de ver una película DVD sin salir de casa o impedido por las dificultades del transporte en una ciudad tan extensa y además por el hecho de que los cines, aún en mejor funcionamiento, están concentrados en el centro de la ciudad. FIN. LG/09.
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