miércoles, 3 de junio de 2009

SEXO Y LENGUAJE

SEXO Y LENGUAJE
Por Lucas Garve. Fundación por la Libertad de Expresión. La Habana.

Hoy en día hay existe una tendencia en ciertos círculos a reconocer el empleo de un lenguaje sexista. Ello implica el reconocimiento del reflejo de las condiciones de dominación reproducidas durante muchos siglos por una cultura de carácter patriarcal.
Simplemente, lo anterior se trata del empleo del masculino al definir profesiones u oficios que actualmente lo desempeñan igualmente mujeres y hombres. El ejemplo más socorrido es la palabra chofer.
En el presente, aún cuando millones de mujeres conducen un vehiculo automotor, continuamos nombrándolas con el vocablo “chofer”. Hasta ahora mismo, jamás he escuchado decirles “chofera” o “choferesa”. Mientras ante la proliferación de féminas en las barberías cubanas, he escuchado con frecuencia el empleo de “barbera”.
Es conocido de todos los hispanohablantes que en nuestra lengua el plural masculino es incluyente del género femenino. Así cuando decimos los hombres con sentido abarcador de “humanidad”, se incluyen las mujeres. Al buscar en el diccionario de la RAE (Real Academia Española) encontré que la primera acepción de la palabra “hombre” expresa lo siguiente: “Hombre: ser animado racional, hombre o mujer”. Sin embargo, en cuanto a la definición de las féminas anotan: “Mujer: Persona del sexo femenino”.
Ello excluye de la definición de la mujer a la racionalidad por lo que observo. En el caso de “Mujer de gobierno”, apunta el DRAE que significa: “criada que tenía a su cargo el gobierno de la casa”. Mientras un “hombre público” es alguien que tiene presencia o influjo social, la “mujer pública” es una fémina que se dedica a ejercer el oficio de prostituta.
Un caso parecido ocurre con la palabra “jefe” y el femenino correspondiente “jefa”. Veamos que la primera significa “Superior o cabeza de una corporación, partido u oficio. En tanto, el femenino posee la significación de: “Superiora o cabeza de un cuerpo u oficio.// Mujer del jefe.
Estimo que con estos ejemplos es suficiente para darnos cuenta de hasta qué punto la lengua marca la división de los roles de género. Lo que hace el hombre y lo que hace la mujer, según los convencionalismos sociales marcados.
Pero hay que tener cuidado si usted desea tomar en cuenta esta cuestión del género en el lenguaje, porque lo que sería incorrecto es inventar disparates al apartarse de las reglas gramaticales al uso.
Por eso, acudo a consultar un buen libro de consulta y estudio: “El Estilo del periodista” de Alex Grijalbo, quien en la página 506 trata el tema del origen del género.
Grijalbo parte del hecho de que los géneros del español tienen como antecedentes los empleados en el latín. Observa que en la evolución del español el sistema de tres géneros (masculino, femenino y neutro) se ha quedado en dos, masculino y femenino. Para concluir, el autor admite que “muchas de las caprichosas formaciones del femenino proceden simplemente de la genética gramatical, consecuencia de la desaparición del neutro latino y de la adaptación de las declinaciones de aquel idioma”.
En lo que respecta al uso que se da en la prensa al tema que nos interesa hay mucha tela por donde cortar, por ejemplo: evitar el uso de palabras asimétricas, por ejemplo no es igual decir “un hombre de vida fácil” que lo mismo de una mujer. Debemos evitar además el empleo del vocablo hombre como un genérico singular, por ejemplo: los derechos del hombre en lugar de los derechos humanos o emplear “el hombre de la calle” cuando se debe decir “la gente de la calle”, o “los niños” a la hora de hablar de “la infancia” que sí agrupa a las niñas y los niños.
También se debe evitar escribir sobre “la mujer de…” y en su lugar decir “la esposa de…” Entonces para evitar la exclusión del femenino en los medios de comunicación se propone utilizar:
En lugar de… Emplear…
El hombre La humanidad
El cuerpo del hombre Los derechos humanos
La inteligencia del hombre La inteligencia humana
El trabajo del hombre El trabajo humano
El hombre de la calle La gente de la calle
A la medida del hombre A la medida de la gente
De esta forma emplearíamos un lenguaje incluyente y no por el contrario que escondiera la presencia del género femenino, además de expresarnos bien al usar correctamente nuestra rica lengua española. FIN. LG/07.
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Por Lucas Garve. Fundación por la Libertad de Expresión. La Habana.

Hoy en día hay existe una tendencia en ciertos círculos a reconocer el empleo de un lenguaje sexista. Ello implica el reconocimiento del reflejo de las condiciones de dominación reproducidas durante muchos siglos por una cultura de carácter patriarcal.
Simplemente, lo anterior se trata del empleo del masculino al definir profesiones u oficios que actualmente lo desempeñan igualmente mujeres y hombres. El ejemplo más socorrido es la palabra chofer.
En el presente, aún cuando millones de mujeres conducen un vehiculo automotor, continuamos nombrándolas con el vocablo “chofer”. Hasta ahora mismo, jamás he escuchado decirles “chofera” o “choferesa”. Mientras ante la proliferación de féminas en las barberías cubanas, he escuchado con frecuencia el empleo de “barbera”.
Es conocido de todos los hispanohablantes que en nuestra lengua el plural masculino es incluyente del género femenino. Así cuando decimos los hombres con sentido abarcador de “humanidad”, se incluyen las mujeres. Al buscar en el diccionario de la RAE (Real Academia Española) encontré que la primera acepción de la palabra “hombre” expresa lo siguiente: “Hombre: ser animado racional, hombre o mujer”. Sin embargo, en cuanto a la definición de las féminas anotan: “Mujer: Persona del sexo femenino”.
Ello excluye de la definición de la mujer a la racionalidad por lo que observo. En el caso de “Mujer de gobierno”, apunta el DRAE que significa: “criada que tenía a su cargo el gobierno de la casa”. Mientras un “hombre público” es alguien que tiene presencia o influjo social, la “mujer pública” es una fémina que se dedica a ejercer el oficio de prostituta.
Un caso parecido ocurre con la palabra “jefe” y el femenino correspondiente “jefa”. Veamos que la primera significa “Superior o cabeza de una corporación, partido u oficio. En tanto, el femenino posee la significación de: “Superiora o cabeza de un cuerpo u oficio.// Mujer del jefe.
Estimo que con estos ejemplos es suficiente para darnos cuenta de hasta qué punto la lengua marca la división de los roles de género. Lo que hace el hombre y lo que hace la mujer, según los convencionalismos sociales marcados.
Pero hay que tener cuidado si usted desea tomar en cuenta esta cuestión del género en el lenguaje, porque lo que sería incorrecto es inventar disparates al apartarse de las reglas gramaticales al uso.
Por eso, acudo a consultar un buen libro de consulta y estudio: “El Estilo del periodista” de Alex Grijalbo, quien en la página 506 trata el tema del origen del género.
Grijalbo parte del hecho de que los géneros del español tienen como antecedentes los empleados en el latín. Observa que en la evolución del español el sistema de tres géneros (masculino, femenino y neutro) se ha quedado en dos, masculino y femenino. Para concluir, el autor admite que “muchas de las caprichosas formaciones del femenino proceden simplemente de la genética gramatical, consecuencia de la desaparición del neutro latino y de la adaptación de las declinaciones de aquel idioma”.
En lo que respecta al uso que se da en la prensa al tema que nos interesa hay mucha tela por donde cortar, por ejemplo: evitar el uso de palabras asimétricas, por ejemplo no es igual decir “un hombre de vida fácil” que lo mismo de una mujer. Debemos evitar además el empleo del vocablo hombre como un genérico singular, por ejemplo: los derechos del hombre en lugar de los derechos humanos o emplear “el hombre de la calle” cuando se debe decir “la gente de la calle”, o “los niños” a la hora de hablar de “la infancia” que sí agrupa a las niñas y los niños.
También se debe evitar escribir sobre “la mujer de…” y en su lugar decir “la esposa de…” Entonces para evitar la exclusión del femenino en los medios de comunicación se propone utilizar:
En lugar de… Emplear…
El hombre La humanidad
El cuerpo del hombre Los derechos humanos
La inteligencia del hombre La inteligencia humana
El trabajo del hombre El trabajo humano
El hombre de la calle La gente de la calle
A la medida del hombre A la medida de la gente
De esta forma emplearíamos un lenguaje incluyente y no por el contrario que escondiera la presencia del género femenino, además de expresarnos bien al usar correctamente nuestra rica lengua española. FIN. LG/07.
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