miércoles, 3 de junio de 2009

VOLVER

VOLVER
Por Lucas Garve. Fundación por la Libertad de Expresión. La Habana, 2007-04-03.

Ya sé que el título también es el de un archiconocido tango, pero el regreso de Clarita no está muy lejos de esas historias cantadas por los cultores de ese apreciado género musical.
Pues la Clarita regresó ya de Francia con su flamante marido. - ¡Que ya vino, si se fue sólo hace dos meses!, exclamó la Cuca, la vecina de los bajos asombrada.
- ¿Y qué trapos trajo?, se interesó la hija de Cuca, siempre pendiente de la última moda.
-Que yo haya visto vino vestida con ropa de tela de camuflaje, afirmó la madre de Cuca desde su sillón junto a la ventana. ¡Y no se la quita!
Mientras, una vecina de la esquina que escuchaba la conversación porque la hija de Cuca le hacía la manicura, apuntó sin dejar lugar a dudas que trajo un maletón grande y un traje de Spiderman para el nieto de cuatro años, porque no ha pasado nada con el marido sexagenario que tiene, por el momento, vino para el cumpleaños del nieto que es su locura.
Así como van las cosas, pronto el mulatito integrará las filas de alumnos emigrantes en cualquier escuela pública francesa. -¡Porque ella vino para arreglarle los papeles a la hija!, concluyó la vecina para dejar claro que ella sí era dueña de toda la información.
En tanto, Clarita, alojada en su antiguo cuarto en casa de su mamá, donde siempre vivió, apretaba su ropa interior en la gaveta de la cómoda que fue de ella y ahora de su hija, ante la mirada complacida de Stephane, el sexagenario galo, marido de la mulata Clarita.
Pero lo que sorprendió a su hija, no fue el traje de Spiderman que su mamá regaló al niño, sino el deseo de montar en bici taxi que la última manifestó.
-¿Pero mami, tú has venido de Francia acá a montar en un bici taxi?, espetó un poco preocupada por la salud mental de la mamá, ya por la cuarta década y unos añitos más.
- Chica, sí, tú no sabes lo que es pasarte dos meses con un frío que te pela la nariz si sales a la calle y la única opción es quedarte dentro de tu casa a mirar por la ventana.
Entonces la vieja madre de Clarita, la Yolanda luego de entrar al cuarto no tardó en preguntar. -¿Niña, y este hombre no habla?
-Sí mamá, pero si tú no sabes francés, él que te va a decir, además está cansado del viaje, recuerda que tuvimos que coger un tren a París y después el avión para acá, ¡cuántas horas de viaje!
-Bueno, no tantas como las que pasó mi hermana Julia cuando vino de Guantánamo el mes pasado, ¡ah! ¿Y dónde tú vives allá es un campo? ¿Y por qué no te embullas y van hasta Guantánamo para que Estepan conozca aquello?
-Abuela, cállate la boca, acotó la hija de Clarita enseguida, ¿Qué va hacer mi mamá con Stéphane en Guantánamo, en casa de tía Juliana, con las tres varas de hambre y necesidad que tienen esos negros, capaz que se gaste todo el dinero por allá ¿y nosotros, qué?, además no se dice “este pan”, ¡el “pan este” es el de todos los días en el desayuno!. Clarita miró a su hija con ojos de regaño, pero una luz benevolente le pasó por la mirada, ya estaba en lo suyo otra vez, en cuanto acabara de arreglar el cuarto, saldría a la calle a buscar un bici taxi. Tenía que comprar algunas cosas que ya vio hacían falta, quizás, hasta un sillón nuevo…el de su mamá parecía que estaba al romperse. FIN. LG/07.
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Por Lucas Garve. Fundación por la Libertad de Expresión. La Habana, 2007-04-03.

Ya sé que el título también es el de un archiconocido tango, pero el regreso de Clarita no está muy lejos de esas historias cantadas por los cultores de ese apreciado género musical.
Pues la Clarita regresó ya de Francia con su flamante marido. - ¡Que ya vino, si se fue sólo hace dos meses!, exclamó la Cuca, la vecina de los bajos asombrada.
- ¿Y qué trapos trajo?, se interesó la hija de Cuca, siempre pendiente de la última moda.
-Que yo haya visto vino vestida con ropa de tela de camuflaje, afirmó la madre de Cuca desde su sillón junto a la ventana. ¡Y no se la quita!
Mientras, una vecina de la esquina que escuchaba la conversación porque la hija de Cuca le hacía la manicura, apuntó sin dejar lugar a dudas que trajo un maletón grande y un traje de Spiderman para el nieto de cuatro años, porque no ha pasado nada con el marido sexagenario que tiene, por el momento, vino para el cumpleaños del nieto que es su locura.
Así como van las cosas, pronto el mulatito integrará las filas de alumnos emigrantes en cualquier escuela pública francesa. -¡Porque ella vino para arreglarle los papeles a la hija!, concluyó la vecina para dejar claro que ella sí era dueña de toda la información.
En tanto, Clarita, alojada en su antiguo cuarto en casa de su mamá, donde siempre vivió, apretaba su ropa interior en la gaveta de la cómoda que fue de ella y ahora de su hija, ante la mirada complacida de Stephane, el sexagenario galo, marido de la mulata Clarita.
Pero lo que sorprendió a su hija, no fue el traje de Spiderman que su mamá regaló al niño, sino el deseo de montar en bici taxi que la última manifestó.
-¿Pero mami, tú has venido de Francia acá a montar en un bici taxi?, espetó un poco preocupada por la salud mental de la mamá, ya por la cuarta década y unos añitos más.
- Chica, sí, tú no sabes lo que es pasarte dos meses con un frío que te pela la nariz si sales a la calle y la única opción es quedarte dentro de tu casa a mirar por la ventana.
Entonces la vieja madre de Clarita, la Yolanda luego de entrar al cuarto no tardó en preguntar. -¿Niña, y este hombre no habla?
-Sí mamá, pero si tú no sabes francés, él que te va a decir, además está cansado del viaje, recuerda que tuvimos que coger un tren a París y después el avión para acá, ¡cuántas horas de viaje!
-Bueno, no tantas como las que pasó mi hermana Julia cuando vino de Guantánamo el mes pasado, ¡ah! ¿Y dónde tú vives allá es un campo? ¿Y por qué no te embullas y van hasta Guantánamo para que Estepan conozca aquello?
-Abuela, cállate la boca, acotó la hija de Clarita enseguida, ¿Qué va hacer mi mamá con Stéphane en Guantánamo, en casa de tía Juliana, con las tres varas de hambre y necesidad que tienen esos negros, capaz que se gaste todo el dinero por allá ¿y nosotros, qué?, además no se dice “este pan”, ¡el “pan este” es el de todos los días en el desayuno!. Clarita miró a su hija con ojos de regaño, pero una luz benevolente le pasó por la mirada, ya estaba en lo suyo otra vez, en cuanto acabara de arreglar el cuarto, saldría a la calle a buscar un bici taxi. Tenía que comprar algunas cosas que ya vio hacían falta, quizás, hasta un sillón nuevo…el de su mamá parecía que estaba al romperse. FIN. LG/07.
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