martes, 19 de octubre de 2010

LOS MITOS CULTURALES Y LOS RELATOS DE IDENTIDAD

LOS MITOS CULTURALES Y LOS RELATOS DE IDENTIDAD
Por Lucas Garve. Fundación por la Libertad de Expresión. La Habana, 2010-10-04.
La cultura oficial instituyó el mes de octubre como el de celebración de lo denominado como la Cultura Cubana. ¿Existe una Cultura Cubana? ¿Qué se entiende cómo Cultura Cubana?
El comienzo de la primera Guerra de Independencia, su inicio el 10 de octubre de 1868, conocida como la Guerra de los Diez Años por la historiografía cubana, marca actualmente según la propaganda política oficial el primer hecho cultural cubano. El 20 de octubre el aparato ideológico oficial lo designó como la fecha para marcar el Día de la Cultura Cubana. El evento lo justificaron porque en 1868, se cantó por primera vez la marcha que luego se adoptaría como el Himno Nacional cubano.
De esta forma, la historiografía oficial cubana vincula la identidad cultural cubana con la acción de inicio de la primera de nuestras guerras de independencia. ¿Entonces la Cultura Cubana posee un marcado carácter de acción violenta? ¿Es la violencia separatista de un grupo de hacendados blancos de la región oriental la que impregna con esa impronta la Cultura Cubana en su búsqueda de un camino hacia la Modernidad?
Una y otra vez la historiografía oficial pautada por los derroteros ideológicos y las necesidades políticas del régimen cubano ha aprovechado esta interpretación de los acontecimientos ocurridos en octubre del 1868.
¿Habían ocurrido en Cuba otros eventos de esa índole? Sí. Un ejemplo, muy poco interesante para los que asentaron en blanco y negro la Historia de Cuba, fue la conspiración de Aponte. También, poco interés aparte de la notación y datación simples, despertaron las redes que negros y mestizos habían construido mediante intereses comunes como parte de una sociedad esclavista fundada en la violencia de una estructura de clases afincada en la hegemonía del “hombre blanco dueño de haciendas sobre mujeres y esclavos, sin ninguna duda de su masculinidad”, para designarlo al modo que lo hizo cierto anónimo en aquellos primeros papeles fundacionales publicados en el Papel Periódico de La Habana a finales del 1700.
Redes sociales y de confianza que fueron los cabildos, asociaciones étnicas o por grupos de descendencia, grupos gremiales, lazos inter - familiares, lazos de relación a partir de etnias, vinculaciones de tipo religioso mediante las familias religiosas a un padrino o un babalawo.
Desde el siglo pasado, las preocupaciones sobre la Cultura Cubana movieron a distinguidos intelectuales cubanos a estudiar desde sus puntos de vista las relaciones entre Cultura y formación de la Nación.
Hasta el presente, esos estudios e investigaciones han aparecido sistemáticamente, pero en la mayor parte de las ocasiones, para no ser absoluto, impregnados por la visión sociopolítica de sus autores. A partir de estudios socio culturales basados en teorías euro centristas unas, otras surgidas en medios científicos y universitarios de América del Norte.
Sin pretender en caer en pedanterías intelectuales, es posible preguntarnos si estas visiones de la formación de la Nación se basan en la pluralidad que dispensan los estudios multidisciplinarios revisados con una mirada identitaria propia o exclusivamente ofrecen un examen de la datación de eventos y la acción de las figuras más relevantes embriagados por un latente mesianismo oculto detrás de un premeditado relato de una Nación que sirva a los intereses particulares de la clase política. Clase política liderada por hombres blancos, guerreros en su mayoría, heterosexuales, transmisores de una hegemonía que se reproducía en las generaciones posteriores.
Hay aún preguntas a replantearse en el sentido de una actualización de este fenómeno socio – político – cultural – territorial. ¿Existe una Nación cubana? ¿La Nación cubana es ese espacio intangible formado solamente por los que se denominan “revolucionarios” proclamados por el régimen comunista como dueños de las calles, las plazas y las instituciones?
Este pretendido predominio de una configuración ideo-política sobre el espacio geográfico físico identificado como la Nación cubana no es válido, primeramente por ser excluyente, luego por dividir en “guetos” o archipiélagos sociales la sociedad e impedir, a la vez, la formación de una cultura cívica que es la que hace falta para tratar de buscar el camino de sanación de las grietas espirituales que padece la sociedad cubana y, por último, porque no garantiza el reconocimiento de la multiplicidad de individualidades que conforman el archipiélago sociológico cultural existente hoy en Cuba a pesar de las imperiosas necesidades de aprobación social del régimen en torno a su agotado proyecto de Nación.
¿Hay pues una Nación cubana con una Cultura con carácter identitario y de unicidad? ¿Son la rumba, el ballet clásico, la canción política llamada Nueva Trova, el bolero, la pintura abstracta o la nueva figuración, el teatro y sus personajes travestidos, los mítines masivos con sus actos políticos - culturales tan patéticos el reflejo de la Cultura cubana? Indudablemente no.
¿Quedan las representaciones concreto-sensibles reflejadas en las Artes en Cuba como un muestrario del producto de una “Alta Cultura elitista y blanca” que ya en los primeros decenios del siglo pasado dio muestras claras de agotamiento junto con un anexo donde quepan las llamadas expresiones populares o de una cultura de resistencia?
Todas estas interrogantes debemos plantearlas frente a cada evento con que nos quieren imponer una representatividad ilegítima, simplemente, porque no son una expresión auténtica producida por el esfuerzo creativo de los sujetos socializados por la relación obtenida mediante la comunicación y la integración de ellos con otros actores insertos en redes de sociabilización dentro de sus comunidades.
La revisión de los mitos culturales que conforman un relato de la Nación deberá servir para actualizar la Modernidad que nos legaron mediante un proceso que convirtió a Cuba en una sociedad de consumo primero y luego 60 años más tarde la redujeron a la quiebra material y espiritual que experimentamos hoy en día.
El proceso de recapitalización de los valores espirituales de los ciudadanos redundará en la acumulación de riquezas materiales en la medida en que sepamos distinguir las prioridades imprescindibles en cada momento y nos apartemos de perder el tiempo que ya se nos acaba en recurrir a los mitos cosechados para engañarnos una y otra vez.
FIN. LG/10.
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