sábado, 31 de agosto de 2013

 HISTORIA DE UN BALLET. ¿60 AÑOS DE BALLET EN CUBA?
Por Lucas Garve. Fundación por la Libertad de Expresión. La Habana, 2010-03-06.
La semilla del arte del ballet clásico penetró en tierra cubana en 1931, exactamente, el 30 de junio de 1931. A instancias de la Sra. Natalia Aróstegui de Bolognini, se abrió la Escuela de Ballet de la Sociedad Pro Arte Musical de La Habana.
Fundada por la Sra. María Teresa García Montes de Giberga y otras damas de la sociedad habanera interesadas en promover las Artes en Cuba, dicha Sociedad sirvió de terreno fértil para que un grupo de alumnos desarrollaran su talento en este arte. Más tarde, ellos pusieron su empeño y  creatividad para la formación de la primera compañía profesional de ballet de Cuba.
El ruso Nikolai Yavorsky  fue el primer maestro de ballet de esa escuela. El preparó las primeras filas de bailarinas y bailarines cubanos. Desde 1931, la flamante escuela de ballet presentó cada año un espectáculo de ballet.
El primero fue la Noche de Walpurgis de Gounod en 1931. En el 1932, subió a escena el ballet completo La Bella Durmiente del Bosque, en el que apareció quien el mundo entero conocería como Alicia Alonso. Entre 1933 y 1938, la escuela de ballet continuó con sus montajes anuales de este arte danzario.
Luego en 1940, bajo la dirección de Georges Milenoff subió a escena  en el Teatro Auditorium, sede de la mencionada Sociedad,  Dioné, el primer ballet de tema cubano con música debida al maestro Sánchez de Fuentes.  En su producción, intervinieron Alicia y Fernando Alonso en los roles, el maestro Sánchez de Fuentes y Georges Milenoff, su coreógrafo.
 Sobre este hecho artístico Antonio Quevedo, uno de los críticos de arte más renombrados de Cuba de esa época escribió, ,:  “La creación de un cuerpo de ballet con elementos propios es una enorme obra de trascendencia artística y social…”
En 1941, la escuela de ballet de Pro Arte es dirigida por un cubano.  Un egresado de la propia escuela y uno de los que posteriormente darían lustre y fama al ballet nacional cubano, Alberto Alonso.
En el año 1942, Alberto Alonso montó el ballet Petruchka con gran éxito. Después,  vendría el montaje de las Bodas de Aurora, dirigido por Alexandra Denísova. La Denísova y Fernando Alonso desempeñaron los roles principales. El maestro  José Ardévol condujo la orquesta.
Acerca de esta producción anotó en las páginas del periódico El Mundo José Manuel Valdés-Rodríguez, uno de los mejores críticos de arte en la historia del periodismo cubano: “El Petruchka logrado por Alberto Alonso y el maestro José Ardévol es,  como obra de conjunto, de rigor y honestidad artística, superior a otras presentaciones hechas en La Habana  y comparable a las mejores vistas en otras latitudes…”
En 1951, el maestro y coreógrafo Alberto Alonso creó Orfeo, con música de Gluck, dirigida por el maestro Paul Csonka, bailado por Elena del Cueto, Lydia Cruz y Luís Trápaga en los roles principales de Eurídice, El Amor y Orfeo.
 Luís Amado Blanco, otro conocedor profundo del arte, escribió para el periódico Información en enero del 1952: “ Alberto Alonso (…) coreógrafo de una certera sensibilidad actual para el logro perfecto de sus fines (…) por su obra tan rotundamente madura, y tan atrevidamente moderna”.
Por su lado, Fernando y Alicia Alonso, en aquel entonces casados,  crearon en 1948 el Ballet Alicia Alonso. El director general era Fernando Alonso y su hermano Alberto el director artístico, el director musical Ben Steinberg,  jefe de escena Reynaldo de Zúñiga, directora de guardarropía Ernestina del Hoyo ( la madre de Alicia Alonso) y otros más como auxiliares de dirección.
Las primeras figuras eran Alicia Alonso e Igor Youskevitch, solistas principales Barbara Fallis y Melissa Hayden, también los hermanos Alonso, Helen Komarova, Paula Lloyd, Cynthia Riseley y Michael Maule, más 20 bailarines que formaron el cuerpo de baile. Entre estos últimos, dos nombres que harían una destacada carrera nacional e internacional,  Dulce Wohner y Leonela González.
Apuntalada por el éxito obtenido en los escenarios norteamericanos en el rol de Giselle, que la hizo famosa mundialmente, Alicia Alonso y su compañía hacen giras, ofrece funciones populares como la patrocinada por la empresa cervecera La Polar en el estadio universitario  y crea una escuela de ballet propia.
De esta institución saldrían más tarde bailarinas y bailarines cubanos que engrosaron las filas del que después del 1959,  identificaron como Ballet Nacional de Cuba. Como muchos de otros logros cubanos, a partir del 1959, el apoyo gubernamental al desarrollo del ballet es innegable.
Todo comenzó por una reunión a altas horas de la noche de Alicia y Fernando Alonso con Fidel Castro a principios del 1959, introducidos por el capitán del Ejército Rebelde Antonio Núñez Jimenez, espelólogo y geógrafo, compañero de armas de Castro, en la cual el gobernante cubano prometió todo su apoyo al mantenimiento de una escuela y compañía de ballet.
Alicia Alonso ostenta todavía el rango de Prima ballerina assoluta, a pesar de los años. Una de las más grandes bailarinas del siglo XX, la Alonso es un icono de la cultura oficial, y no cesa de representar a su gobierno en todos los lugares donde su compañía se presenta.
Unidas,  la experiencia de los Alonso a una cuantiosa e incesante subvención gubernamental crearon una poderosa escuela de ballet con rasgos muy particulares, reconocida como escuela cubana de ballet, que forma bailarinas y bailarines clásicos excelentes.
A partir de finales de los 60, la compañía de ballet cubana comenzó a cosechar premios internacionales de gran relevancia en sitios donde el ballet clásico contaba con una tradición de más de un siglo.
Las generaciones de bailarines se sucedieron y  numerosas graduaciones de bailarines engrosaron las filas del BNC convirtiéndolo en una de las compañías más grandes del mundo, que ha nutrido durante estos 50 años las filas de muchos de las principales compañías de ballet debido a la cantidad de integrantes que  han abandonado el país y su agrupación.
Embajadora del arte cubano y de su gobierno, Alicia Alonso, a sus 90 años, no deja de dirigir con mano firme la compañía que fundó y mantiene el estilo del ballet clásico aún en el siglo XXI a despecho de las tendencias contemporáneas.
FIN. LG/10.
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