miércoles, 8 de abril de 2009

ENTRE ISLAS

ENTRE ISLAS.
Por Lucas Garve. Fundación por la Libertad de Expresión. La Habana, 2009-03-15.
Los cubanos estamos inevitablemente marcados por un profundo sentido de nuestra insularidad. Indudablemente, el sentido de insularidad de los cubanos se acentuó con migraciones de otros isleños.
Las Islas Canarias volcaron mucho de ellas mismas sobre las Antillas y muy particularmente sobre Cuba. Naturalmente, para hablar de migraciones importantes hacia la isla de Cuba hay que comenzar por los canarios. La emigración canaria fue la más abundante y extendida en el tiempo en la isla de Cuba.
En concordancia con el desarrollo paulatino de la economía cubana desde los siglos XVI hasta el XX y las necesidades impuestas por la inserción de la isla de Cuba en el mercado mundial, la emigración española hacia Cuba fue un proceso continuo. El proceso migratorio canario hacia Cuba tuvo diseño y apoyo de las administraciones coloniales, así se mantuvo ya durante los primeros treinta años de la República.
Esta emigración revistió diferentes características. Al inicio, marcada por la colonización, la emigración canaria se dirigió a núcleos periféricos urbanos donde existían tierras libres por cultivar, como fue el caso de la Villa de Bejucal fundada en 1714, con 30 familias mayoritariamente de origen canario. Más tarde, el desarrollo de la infraestructura económica cubana al incorporarse al mercado mundial hizo necesaria la entrada de trabajadores libres en condición de asalariados. Otro ejemplo, fue la construcción del primer ferrocarril de la isla en 1837, donde trabajaron 920 canarios como obreros.
A partir de la descomposición de la sociedad esclavista en la isla, se planteó la necesidad de cuantiosa mano de obra barata. Las prioridades de blanqueamiento y mejoramiento de la raza de las clases hegemónicas aportaron un impulso a la inmigración blanca de origen europeo. Todo un discurso basado en la ciencia de la eugenesia (ciencia del mejoramiento del linaje) sirvieron a las clases altas y a un numeroso grupo intelectual como sostén a su intención de crear una población cubana mejor, más fuerte y más sana.
Las familias canarias convenían precisamente a estos objetivos de repoblación: eran blancos, origen campesino, de constitución fuerte y saludable; mientras, a las mujeres se las relacionó con el modelo femenino de reproducción familiar diseñado consistente en mujeres acostumbradas al duro trabajo doméstico y buenas paridoras. A diferencia de la inmigración de otras regiones de España, la canaria se caracterizó principalmente como mano de obra.
Así es como los canarios por esas condiciones se constituyen en la base del desarrollo agro azucarero de Cuba en el período colonial y luego en la República. Ellos aportaron una contribución considerable con su experiencia en las labores agrícolas. Sirva de ejemplo de ello, el desarrollo hasta nuestros días del cultivo del tabaco.
Otra de las particularidades de esta masa de inmigrantes fue el alto porcentaje de masculinidad. Si observamos esta ola migratoria desde el punto de vista del género, se constata la mayoritaria cantidad de hombres. Aparecen en las estadísticas en el siglo XIX, 23 592 inmigrantes, solamente 6 880 eran mujeres y 16 712 hombres, lo que explica que hoy se denominen como emigración masculina. Generalmente, los canarios eran obreros o campesinos desempleados o evadidos del servicio militar colonial. Sus objetivos eran hacer dinero para sostener a la familia que quedó del otro lado del Atlántico y regresar a la tierra natal.
El rol de la mujer inmigrante canaria, ya en el siglo XX, varió su destinación pues si en el siglo anterior correspondió al de base de la reproducción familiar, en el XX la numerosa inmigración de canarias solteras, prácticamente un tráfico humano, tuvo como destino la servidumbre doméstica y hasta la prostitución.
La influencia de esta ola migratoria no se restringió al sector socio económico. Marcó considerablemente la sensibilidad nacional al afirmar la identidad insular, el sentido de frontera infranqueable trazada por el mar, el hambre de espacios del isleño y la visión de la isla como un paraíso.
Concepciones emanadas del imaginario sensible que encontramos en diferentes textos de obras cubanas. De las Canarias son las historias de brujas, de chivos machos voladores, de jinetes sin cabeza a caballo en la medianoche, de lechuzas habladoras, de presagios encerradas en lo más profundo de la cultura campesina cubana.
En las artes, aportaron la guitarra clásica de la mano de u canario procedente de La Palma, alumno de la Escuela de guitarra de Tárrega y los principales ingredientes de la música campesina. En la pintura, las enseñanzas de Valentín Sanz Carta, pintor y profesor en San Alejandro. En la Literatura, las obras de la Loynaz, Jardín, su única novela y Un verano en Tenerife, dedicadas a Canarias, en las que destaca el sentido trascendental de la insularidad y la relación indiscutible entre las dos islas. FIN. LG/09. -0-0-0-0-0-

No hay comentarios: