miércoles, 8 de abril de 2009

EROS, MACHISMO Y HOMBRES

EROS, MACHISMO Y HOMBRES.
Por Lucas Garve. Fundación por la Libertad de Expresión. La Habana, 2006-10-16.

Desconozco si en otro país del mundo, la figura del hombre goza de igual veneración que en Cuba. La exaltación del Eros masculino condujo ya a excesos tales como el de convertir a un proxeneta rico y adulado por por su porte y estampa en la figura del macho nacional.
Asesinado en una vulgar riña callejera en 1910, el personaje en cuestión, Alberto Yarini Ponce de León ocupó el lugar de monarca del machismo en el panteón imaginario colectivo popular. Yarini fue una de las figuras públicas habaneras más conspicuas a principios del siglo 20 cubano.
Una especie de Don Juan tropical, signado por la atractiva fatalidad del aristócrata decadente y la cultura machista. Símbolo equívoco del rol masculino hegemónico en una sociedad como la cubana a principios de siglo 20, cuando conservadurismo, machismo y eros se amalgamaban para conformar la figura de lo que se consideraba un hombre.
De allá a acá, ha transcurrido casi un siglo, pero el hombre cubano en el imaginario popular no ha cambiado mucho. Hace muy poco, un casi desconocido me confió sus desgracias conyugales. El problema era que la esposa rechazaba cualquier acercamiento de él, sencillamente montó una huelga de sexo, “ni me toca, ni se deja tocar”, como represalia al informarse de la última de las infidelidades del relator, su marido. La causa: una muchachita de unos 20 años, con unos ojos verdes para “partirle el corazón a cualquiera”, era el ojo de la tormenta.
Pero en cuanto a él: el problema es que las quiere a las dos. Si el corazón no tuviera siempre algún cuarto vacío... La fatalidad está presente en la imposibilidad de decidir con cuál quedarse y en el deseo compartido, ambivalente, de quien no acaba de encontrar por entero la satisfacción. Además por “ser hombre”, no podría permitirse el lujo de abandonar a ninguna de las dos, pues si obedece a las exigencias de la esposa, se consideraría él, el dominado. Mas si continúa con la jovencísima amante, entonces le preocupa perder a la esposa y tener que separarse del hijo de ambos.
Realmente en el tejido cultural cubano, factores como erotismo, machismo y relaciones afectivas no siempre andan por vías paralelas.
Simplemente, para este joven Don Juan, las relaciones afectivas con la esposa han variado hasta quedar despojadas del erotismo que una pareja mantiene en sus relaciones. Así la figura de la esposa pasó a convertirse en la de “la madre de mi hijo”, y la aún adolescente ocupa el rol de “la novia de mi juventud prolongada”, la que asume toda la carga erótica y sexual en su conciencia. Observará usted como yo, la transposición de la figura de su propia madre a la de la esposa y la continuidad en su hijo de él mismo. Es decir, él prolonga su adolescencia con todo el arrastre de la figura de una infancia que no culmina. Aquí edipismo, machismo, todo se justifica porque se “atiende” por igual a las necesidades de ambas mujeres. De esta manera, veo como funciona el proceso de este Don Juan tropical.
El rol del heterosexual masculino en Cuba no se concibe sin ocupar la posición dominante en la pareja y aunque la posición profesional de la mujer sea superior a la del hombre, el rol masculino por sí mismo, implica ser el cabeza de familia, el pater familias. Posición que no deja lugar a otra cosa que el más sometido sentimiento de obediencia al Caudillo.
No es extraño pues que Eros y machismo, combinados, sean la clave para el mantenimiento de la figura del Caudillo; al que todos obedecen porque de su figura se desprende la aura de la fuerza del poder en muchos sentidos.
Las sociedades latinoamericanas han cargado el lastre de la supervivencia de esta figura, que ha contribuído en mucho a retardar el acceso a un dinamismo social, al parecer, inalcanzable, a pesar de perseguirlo, por vías que a la postre se han revelado equivocadas. Quizás, usted, como yo piense que Eros y machismo no sean más bien virtudes masculina, sino factores transmitidos por convencionalismos sociales que perjudican la imagen de un hombre más tolerante y dueño de sí mismo. FIN. LG/06.
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