miércoles, 8 de abril de 2009

LA CRÓNICA QUE MEJOR ESCRIBÍ

LA CRÓNICA QUE MEJOR ESCRIBÍ
Por Lucas Garve. Fundación por la Libertad de Expresión. La Habana, 2005-12-18.
I
Hoy es domingo 18 de diciembre y justo a las 17 horas y 39 minutos, pongo los dedos sobre el teclado para escribir esta crónica. Y no hay misterio. La crónica que mejor escribí es la última. La redacté por la mañana y la titulé NO OLVIDAN A SAN LÁZARO.
Sucede que ayer 17 de diciembre era la fiesta del santo patrono de un pueblo llamado El Rincón. Uno de esos pueblos que surgieron hace muchísimo. Precisamente, el dato cronológico más antiguo que encuentro es del 1841, cuando el villorrio contaba con 64 habitantes. Y el otro dato interesante, al menos para mí, es que lo nombraban también Rincón de las Calabazas. El atractivo actual del pueblo descansa en la Iglesia del leprocomio de San Lázaro, donde veneran al San Lázaro Obispo y a un santo surgido de la devoción popular que no es Obispo, sino pobre, llagado y amante de los perros, aunque igualmente viejo y además, a quien le deben, según sus muchos fieles, la curación de graves enfermedades.
Todo este trabajo lo realizo hoy domingo pues ayer invertí el día casi completo en la peregrinación que se realiza al caminar el kilómetro y cuarto que separa el pueblito del cercano Santiago de las Vegas, adonde pude llegar en ómnibus local desde La Habana.
Así que hoy con el material fotográfico ya acopiado y las vivencias de las peripecias para llegar hasta mi destino y objetivo periodístico, desde que dejé la cama, no hice más que ponerme a trabajar para tener listo todo el trabajo para el lunes. Entonces ir a un cyber café para enviarlo a CUBANET en Miami, donde editan la página electrónica para la cual escribo.


II
Generalmente antes de escribir, me tomo un café luego del aseo matutino, enciendo un cigarrillo y armo el tinglado necesario para sentarme a escribir. Digo el tinglado porque dispongo para vivir de un mínimo espacio, en donde no cabe ningún mueble que me sirva de escritorio, sino a penas una mesa portátil que armo y desarmo y guardo en la también reducida cocina.
Me parece que no me visita ninguna “musa” o adorada dama, como le sucede a mi colega de Habana Press Aimée Cabrera. Sencillamente si la Musa llegase, tendría que quedarse afuera por lo exiguo del espacio y para escribir, eso sí, necesito de tranquilidad, aunque no soy misógino, pero alguien revoloteándome alrededor con unos tules vaporosos, bueno, creo que sería ya un poco demasiado.
Por costumbre, escribo por las mañanas, al amanecer, por necesidad y no por inspiración. Ocurre que a esa hora las neuronas están de acuerdo unas con otras, las de ambos hemisferios, y por consenso entonces, los dedos se conectan con la zona de la que surgen todas las ideas y gracias a la interdependencia fisiológica, las palabras aparecen rápido, tal como las pienso, sobre el pliego en blanco.
La vida de un periodista independiente o alternativo, o como usted quiera llamarme, siempre que no emplee el adjetivo de “oficial”, no se desliza por los mismos cauces que la de sus colegas en ningún otro país. Aquí no tenemos oficinas de redacción, ni escáneres, ni fotocopiadoras, ni bases de datos y hasta los teléfonos escasean, aunque sirven más para delatar nuestra actividad creadora que para servirnos de fuentes, tampoco contamos con auto, y la rapidez de acudir a el lugar de un hecho se debe más a un milagro entonces que a otro factor. Esto nos permite arreglar nuestro tiempo a nuestra guisa, y sortear sin mucho apuro de “hora de cierre”, los cortes de electricidad que tenemos que padecer. ¡Las ocasiones en que listo para comenzar a escribir el apagón me cubre como un telón oscuro!
III
Más no todos hacemos lo mismo. Por ejemplo, mi colega Aimée Cabrera me dice que a su mente “viene la cancioncita infantil: Lunes antes de almorzar, una niña fue a jugar y ella no podía jugar... porque tenía que planchar”. Con esta rima, ella significa las obligaciones domésticas de una mujer cubana que realiza un trabajo intelectual, pero no puede evitar las domésticas, y carga con toda la complejidad añadida a las mismas en Cuba.
Sus fuentes la visitan o la llaman por teléfono en otros casos me cuenta, pero siempre se impone salir a la calle a verificar los datos. ¡Peligro!. Este es un proceso riesgoso para un periodista independiente cubano. ¡Estamos condenados a vivir el riesgo constante de ir a prisión por informar nuestra visión de la realidad cubana! Más como no hay otra manera de hacerlo, ¡adelante!
Como supondrán, tengo que concertar muchas citas, dada la semi clandestinidad en que se trabaja y, lo mejor es hacerlo de forma personal, por lo que expliqué anteriormente acerca de los teléfonos... Así que para hacer un trabajo como el que realicé la pasada semana –una entrevista a cuatro líderes destacados de la oposición cubana- tuve que correr por toda la ciudad y hacerlo como si no me saliera de mi trajín cotidiano.
Mi “día periodístico” cuenta con más de 24 horas, porque para mí termina cuando gracias a un clic sobre la palabra ENVIAR, mando mi trabajo para su edición y la posterior publicación.
Luego al cabo de varios días podré ver el artículo, la crónica o la entrevista publicada y leer bajo el título con satisfacción, Lucas Garve, Fundación por la Libertad de Expresión. Entonces, esa noche, duermo bien tranquilo. FIN.

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