sábado, 31 de agosto de 2013

CUBA Y LA GLOBALIZACIÓN: INTERCAMBIO INCESANTE (2)
Por Lucas Garve. 2013-08-03.
Por su posición geográfica privilegiada a la entrada del Golfo de Méjico y la cercanía a la costa sur de los EEUU gozó del intercambio mercantil desde hace siglos. El inicio de este trasiego de mercancías, alimentos, personas etc. de manera sistemática data del siglo XVIII.
En fecha temprana como 1798 el volumen de comercio entre Cuba y EEUU excedió al de Cuba con España por primera vez. Entre 1806 y 1807 el valor de las exportaciones estadounidenses se incrementó en $ 12 millones de dólares, mientras las de azúcar cubanos hacia tierras del país del Norte alcanzaron un 43 % del total de la producción isleña.
En 1850, el comercio de Cuba con el extranjero se comportaba de esta forma: el 39 % era con EEUU, el 34 % con Inglaterra, el 27 % con la metrópoli española. En cuanto a la cifra de intercambio comercial con EEUU se nota el estrechamiento de relaciones comerciales en incremento pues en 1855 fue del 42 %, en 1859 un 49 % y en 1865 el 65 % de las exportaciones de azúcares iba destinada a los EEUU.
La presencia de navíos mercantes estadounidenses provenientes de Boston, Filadelfia, Nueva Orleáns y Savannah aumentó progresivamente entre 1796 y 1856. Al examinar las cifras observamos que si en 1796 arribaron 150 barcos mercantes a puertos cubanos, en 1806 fueron 606, en 1826 unos 783, entre 1846 – 1850 subió la cifra a 1 702, y en 1856 y 1857 tocaron puertos cubanos 2 088.
Otro aporte estadounidense que resalta corresponde al aporte de innovaciones tecnológicas en cuanto a maquinaria industrial e infraestructura puesto que en 1858 habían en la Isla más de 1 800 trabajadores estadounidenses (ingenieros, mecánicos, artesanos) empleados en construcción, mantenimiento y reparaciones ferroviarias debido al desarrollo temprano del transporte de este tipo en Cuba. Número que tuvo incremento en 1859 cuando ascendió a 3 106 trabajadores.
Este proceso  en que las dos culturas convergen, interactúan, se mezclan y fusionan de manera dinámica resultó producto de la adaptación y reacomodo de costumbres, representaciones  y maneras de actuar en los cubanos en las relaciones comerciales y mercantiles entre los dos países que revelan la interdependencia económica  lograda en esa época.
El siglo XIX fue una etapa decisiva en la formación de la nacionalidad cubana y conjuntamente fue amplio el fenómeno de la emigración a los EEUU de miles de cubanos.
Emigración que incluyó a cubanos de todas clases, edades, blancos, negros y mestizos durante tres generaciones sucesivas. Mujeres y hombres que contribuyeron cada uno de muchas formas y con importancia relativa a configurar la nacionalidad en la República.
La influencia de la experiencia vital de los cubanos emigrados en EEUU dejó de ser lineal y unilateral para convertirse en un complejo proceso de negociación en los que muchos cubanos se afirmaron para sellar sus ideas de progreso y de una mejor vida ofrecida por el prometido sueño americano.
La incorporación y el establecimiento de las bases de una Modernidad cubana conscientemente comprometida en un proceso de autodefinición por la autodeterminación independentista y la transformación social fue determinada por la dimensión de la apropiación de formas por costumbres norteamericanas en adaptación a sus necesidades de establecer imaginarios, relatos de vida diferentes a los confeccionados con pautas de la sociedad colonial.
El desarrollo de la conciencia moderna nacional no solamente se trató de o consistió en una formulación política, sino que tuvieron lugar numerosas formas de asociacionismo y reacomodamiento entre las dos culturas que sirvieran para los objetivos cubanos de una Cuba libre.
Esta búsqueda de nuevas vías y posteriores nuevas articulaciones de las relaciones de poder implicaron necesidades de idear posibilidades diferentes hasta el momento para encarar el nuevo futuro.
En el siglo XIX, las costumbres estadounidenses se expandieron por toda Cuba y dejaron huella en la vida diaria y en las relaciones sociales. Las esferas religiosa (protestantismo), deportes (boxeo, béisbol, gimnasia, natación, etc.), en la música y en el lenguaje producto de grupos subalternos a la estructura colonial imperante, en la tecnología (introducción de maquinaria, montaje y explotación industrial), desarrollo del comercio de exportación e importación, mientras el establecimiento de grupos urbanos de emigrados importantes por su número y por el desarrollo de sus relaciones sociales en Tampa en Florida y en Nueva York y su posterior regreso a la Isla aportó el trasvase de formas de vida, de acciones y pensamiento a la población cubana y su reflejo en la sociedad de la época.
La proposición de una identidad nacional formada por una sola cantera, que no es fija, ni inmutable, ni funciona como un aparato artificial es revisada y re-examinada según las representaciones de las contradicciones e incoherencias propias del flujo de intercambio.
De aquí que la expresión nacional se halle en un contexto histórico contingente, normas de sociabilización, modalidades de comunicación pública y de lenguaje formaron un canon de estilo y auto-representación religiosa, de recreación de formas de vida diaria y conducta social.
La población de cubanos nacidos en EEUU entre 1846 y 1862 pasaron de 1 260 a 2 500. El cónsul Richard Madden se asombró cómo en una región como Cárdenas y Matanzas se nota más el carácter y rasgos estadounidenses en la vida diaria que los impuestos por la hegemonía colonial española, una prueba de la influencia de los cubanos que mantenían vivas costumbres y modos de diseñar vida y espacio urbano según normas adquiridas en sus estancias en el país norteño.
A mediados del siglo XIX en las ciudades mencionadas era muy común la presencia de estadounidenses en las calles y de numerosos barcos norteamericanos. También en las zonas mineras de Holguín y Gibara era notable la presencia de estadounidenses implicados en actividades industriales.
Destacable y muy relegada por la historiografía cubana es la influencia en la sociedad cubana de formas de pensamiento y de tendencias adquiridas en los EEUU por las cubanas exiliadas en la esfera de las relaciones sociales y políticas.
Las tendencias y representaciones del feminismo que habían ganado terreno en núcleos urbanos importantes en el país del Norte tuvieron su eco en la isla a través del desempeño de las mujeres cubanas  sobre todo en la segunda mitad del siglo XIX.
En apoyo a la independencia cubana, las exiliadas,  en cantidad por lo menos 1 500 mujeres, crearon unos 45 clubes femeninos para cohesionar el esfuerzo femenino en favor de las tareas independentistas. En medio de estas acciones, mujeres cubanas reclamaron en 1890 el sufragio universal y el derecho al voto con la progresiva emancipación de la mujer retomando la demanda en el mismo sentido efectuada por la patriota Ana Betancourt en la Asamblea de Guáimaro. En 1897, Edelmira Guerra de Dauval, miembro de un Club patriótico pidió la igualdad de derechos de la Mujer.
Años más tarde, la labor precursora de María Luisa Dolz, luego de su regreso a Cuba,  contribuyó decisivamente al establecimiento de un Colegio dedicado a la formación de la Mujer que sirvió para difundir  formas y costumbres adoptadas en EEUU que propiciaron una ruptura de los roles de género en la sociedad cubana de la época pues muchas mujeres se dedicaron a buscar el sostén económico fuera del hogar sin abandonar su rol de transmisora de normas y  maneras de ocupar un espacio en el escenario público.

No hay comentarios: